borra, resaca, resabio, lo que queda y no se va.
Y probablemente sea lo más privado que alguna vez escribí.
Como si se tratara de una intervención quirúrgica y me sacaran a la fuerza un tumor maligno.
Hoy extirpo palabras.
Estoy sentado en la esquina vidriada de una cafetería a la que usualmente vengo. Cafetería la hace parecer mas mundana e igualita a las demás. Me gusta decirle confitería, en honor a mi abuela. O bar café, si se quiere.
Por fuera la niebla no deja apreciar el bioma. Apenas se vislumbra el asfalto que sigue húmedo y unos cuantos árboles tamborileando débiles en el fondo. Se siente la hostil bruma de invierno típica de lugares costeros.
Me gusta salir de casa la mañana posterior a una noche de lluvia. Me gusta que se me empañe la córnea. A veces me quedo un momento sin pestañear esperando a que mis pestañas se llenen de estalactitas.
El sonido de la taza de cerámica chocando con la mesa me saca automáticamente de mi estado mental.
Absorto, pasmado.
Llegó mi café. Lo miro. La leche de avena no hace espuma. Me arrepiento terriblemente de no haber elegido la de vaca. Me pellizco el tendón del pulgar y dejo que se enfríe. Y me dejo enfriar.
Esta última semana estuve experimentando una sensación que no había tenido antes. La desilusión hacia una persona que ya no esta más en mi vida, pero que tenía atesorada en los pliegues de mi memoria.
¿Qué hago con todos los recuerdos? Pensar en vos ahora me retuerce el estómago (quizá sea por el café, pero voy a echarte la culpa de todos modos) Es que exterminaste todo tipo de historia y tiempo compartido.
Lo peor es que yo sigo en la aletargada remembranza. Somnoliento. Esperando que caigas en la cuenta, que vuelvas y pidas perdón, que quieras arreglar las cosas, que me quieras de verdad. Que no me reduzcas a tu hambrienta lascivia. Que después me lo creo, y yo mismo me reduzco.
Tengo el irreprensible impulso de sacarte de ese parsimonioso silencio. (impulso con notas violentas y tonalidades irascibles)
Ahora amedrentado y débil no quiero volver a pensarte.
Pero vuelvo a mirar el café.
Borra, resaca, resabio. Sedimento. Lo que queda y no se va.
Ahora los hermosos recuerdos del pasado, me dejan un amargor en la garganta, y un hueco en el pecho.
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