no hay que ser borde!!!
Abajo, entre la oscuridad de las siamesas butacas, estaba yo.
Arriba, en el pedestal reputado y popular, vos. Formando una línea recta entre ambos.
Mis ojos brillantes de admiración y anhelo, los tuyos obnubilados por las plano convexo que iban directo a derretir tu retina.
En un limbo utópico, todo estaba oscuro menos una lámpara cenital encima mío, y una encima tuyo.
Nos miramos fijo durante unos segundos, y por más que yo haya entrenado la mirada furtiva, con vos no la pude contener. Corte lazos.
La sala se llenó de golpe de una caterva de arrugados y grises ceniza.
Perdí la oportunidad. Me reclamé y apreté mis uñas en la palma de mi mano con intensidad, auto regañándome.
Tu interpretación se me pasó en segundos. Me sentí sentado ahí a tu lado.
Cerré los ojos. Y como por arte de magia, estaba dando vueltas buscándote. Como un depredador busca a su presa.
Aún con hambre, y con los pies cansados, aborté la misión y decidí volverme con la chispa de haber compartido al menos, una débil mirada.
Como si hubiese sido escrito por el destino, volví a verte. Esta vez mas de cerca, sagaz.
Sonrisas sincronizadas. Efímero y fugaz.
Me pregunté que hubiese pasado si.... sin parar hasta dar el último sorbo de cerveza. Resabio.
La chispa comenzó a incendiarse y todo gracias a la virtualidad.
Cerré los ojos nuevamente y me encontraba suspendido en un verde elevador. Subiendo como un globo de helio que va para arriba, pero que no sabe por donde , ni cual es su destino final.
El mío desembocó en tus brazos y en un ceño tupido.
Tres golpes, 609. Fuego.
Simpleza. El calor de lo casual y cercano.
Pensé que no iba a poder verte en plano detalle. Pero (con una sonrisa en el rostro) puedo decir que fui afortunado de sentir tu aliento repicar en mis mejillas.
Conocí tus marcas y tatuajes. Contacto dactilar.
Fluir.
Placer por placer.
Contención, serenidad, paz, admiración, responsabilidad, apego, fusión.
Pestañeo nuevamente. Habitación espejada, uno en cada esquina. Agua.
Unión entre un líquido casi amniótico.
Risas y pudores.
Caída. Pero no dura ni de golpe. Fin en colchón de plumas.
Comunicación y empatía. Siempre atento.
Duro lo que tuvo que durar. Y todavía lo sigo apropiando.
Si yo me contaba esta historia hace cuatro años, me insultaba de lo ingenuo que podría ser siquiera pensar que a mi me podía pasar.
No hay que ser borde. Menos con uno mismo. Seguridad en singular.
Comentarios
Publicar un comentario