lacrimosa.
Siempre en un grupo de amigos hay uno/a que esta siempre feliz, que irradia alegría y contagia puras energías. La típica persona que guarda sus sentimientos oscuros bajo llave.
La nuestra era Lola.
Una de las últimas noches de las mini vacaciones que tuvimos con un grupo de amigos, terminamos de cenar y nos pusimos a cortar naranjas y a destapar botellas de champagne para hacer unas cuantas mimosas.
Lola siempre nos incita a cantar entre todos, karaoke va karaoke viene y las risas permanecen para siempre.
Con las manos pegajosas y anaranjadas, guardamos todas las cosas en una canasta y fuimos hasta la playa. Lola nos saco mil postales en las escalinatas de madera.
Ya con los pies en la arena fría, el parlante vibrando alto y el ruido de las olas pegar, sacamos los tragos y nos pusimos a tomar mientras bailábamos y nos reíamos un poco más.
A ella se le ocurrió hacer un show con las linternas que estaban al fondo del bolso, abajo de los sorbetes y rodajas de naranja.
Las lágrimas de todos eran de risas. (eso creíamos)
Una cosa lleva a la otra, y casi siempre terminamos separándonos con algunos de los chicos. La costa se presta para tener un amorcito intenso de verano.
Lola es la que siempre se queda sola, pero como la vemos tan plena y feliz no nos molesta irnos.
Casi siempre volvemos al otro día porque dormimos en la cabaña de uno de los chicos, aunque sabemos que a ella no le gusta dormir sola. (nos falta empatía).
En la última noche, Lola me había pedido que por lo menos me quede a mirar la luna con ella. Y como siempre, tomé de más, me fui con el y la volví a dejar sola. Sola con la lengua pintada por las mimosas y la mirada lacrimosa.
No se merece la basura de amigas que tiene.
Esa noche ella quedó sola mirando la luna, no nos dijo nada, pero yo sabía que estaba dolida (no molesta, dolida) La sonrisa no le falta, pero sé notaban los ojos brillantes de lagrimear.
Estamos en el colectivo volviendo a capital, y es como si tuviera un cuchillo clavado en el corazón.
Lola esta viendo el paisaje por la ventana y piensa piensa y piensa.
Se le caen un par de lágrimas pero se las seca antes de que se le deslicen por los pómulos y ya está diciendo algún chiste estúpido para subirnos el ánimo.
No paramos de equivocarnos.
Con Lola vería la luna hasta que se me desenfoquen los ojos, se lo debo, se lo merece.
Las mejores personas son las que mas sufren, y me rompe que ella no se demuestre débil, triste, apagada. No porque no se sienta así, si no porque sabe que sin ella, nosotras no podemos prendernos.
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