momentos límites.

 Consumados en lo trivial, vivimos como cuerpos inertes.

Climas, olores y texturas que se asemejan a un déjà vu hacen perder nuestra capacidad de asombro.

La mente inquieta idealiza modos, caminos y consecuencias que no salen del esquema de lo común.

La autonomía del espíritu nos hace ruido.

Cuando surge un conflicto, carecemos de soluciones y deliramos.

Y al no hacer nada, lo hacemos todo. Es resistencia pasiva.

Comenzamos con un desequilibrio emocional muy difícil de asimilar.

Funcionamos como maquinas tan burdas que no actuamos hasta que los momentos limites nos golpean de lleno en la cara.

Limite como sinónimo de barrera, que actúa como facilitadora de realidades apelando a que la persona, una vez que haya asumido la situación, apueste y descubra el sentido que ésta tiene.

No somos precavidos ni atentos, evadimos la realidad como si la intuición estuviese prohibida.

Somos seres apáticos, rígidos y vacíos (existencialmente).

La cirscunstancia divisoria, al margen, nos sutiliza. Nos coloca en una postal de debilidad y sufrimiento a la que le tenemos miedo.

La autorreflexion es tan engorrosa, pero necesaria, que en el afán de ser previsor y contemplar desde arriba (en estado de conciencia) un conflicto, nos ablandamos y tomamos cartas en el asunto.

Estamos ciegos y esperamos (como si fuese a propósito) a que llegue el momento donde el conflicto ya no puede remediarse mas, es ineludible e inevitable.

Los momentos limites, son fuerzas contrarias que lejos de enfrentarse, se unen para que entremos en razón.

¿Por qué actuamos así?

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