borra, resaca, resabio, lo que queda y no se va.
Y probablemente sea lo más privado que alguna vez escribí. Como si se tratara de una intervención quirúrgica y me sacaran a la fuerza un tumor maligno. Hoy extirpo palabras. Estoy sentado en la esquina vidriada de una cafetería a la que usualmente vengo. Cafetería la hace parecer mas mundana e igualita a las demás. Me gusta decirle confitería, en honor a mi abuela. O bar café, si se quiere. Por fuera la niebla no deja apreciar el bioma. Apenas se vislumbra el asfalto que sigue húmedo y unos cuantos árboles tamborileando débiles en el fondo. Se siente la hostil bruma de invierno típica de lugares costeros. Me gusta salir de casa la mañana posterior a una noche de lluvia. Me gusta que se me empañe la córnea. A veces me quedo un momento sin pestañear esperando a que mis pestañas se llenen de estalactitas. El sonido de la taza de cerámica chocando con la mesa me saca automáticamente de mi estado mental. Absorto, pasmado. Llegó mi café. Lo miro. La leche de avena no ...